Ha pasado poco más de un mes
desde que conocí por primera vez aquella tierra “Donde el sol pega duro y baja
despacio”, tal vez sean pocos los que conocen esta frase, pero para los muchos
que la desconocen, señores, hablo de la hermosa tierra mexicana.
Y es aquí, donde mi amor por el
futbol me llevó a una experiencia un
poco apática para los más fervientes del fútbol sudamericano, conocer el fútbol
mexicano. Debo aceptar que mi único contacto con el fútbol mexicano habían sido
sus participaciones (mejores que las de muchos equipos de Sudamérica) en copas de la Conmebol, sin embargo esta vez
sería diferente, esta vez yo estaría de visita y debía vivir y sentir la pasión
como el país que me acogía.
Como es costumbre en los
sudamericanos, llegué al estadio unas horas antes del partido (la primiparada
paga), y luego de casi 3 horas y faltando 5 minutos del pitazo inicial, tuve
una compañía numerosa en la tribuna “Palomar” (algo así como occidental en el
Campín). Al salir los equipos se escucha cómo un canto de guerra a todo pulmón,
aquel Goya que llena de honor no solo a los hinchas de Pumas sino a todo
integrante de la UNAM, seguido del canto del himno a la Universidad que ante
los ojos del equipo visitante veían en él, un Haka Maorí de no menos de
cuarenta mil personas.
Inició el partido con la
esperanza de medio Distrito Federal de alcanzar la semifinal del torneo
Clausura de la liga mexicana, pero al frente estaba la otra mitad y con ellos
mi simpatía ante el gol al primer minuto de juego del equipo visitante. Guerra
de porras (sinónimo de barras y cánticos al futbol sudamericano), emociones,
tristeza, ilusión y desilusión para muchos, así transcurrió el partido que
finalizó 4-1 a favor del visitante. Las caras largas se apoderaban del túnel de
salida pero en mi retina quedó la pasión
y el orgullo con que los “manitos” viven el deporte de los Dioses. Pasión que
se apoderó del corazón y la garra de 11 jugadores quienes hicieron del 16 de
Junio una día de júbilo no solo para el orgullo de 133 millones de Mexicanos,
si no para el fútbol latinoamericano.
Y no, no señores, lamento contradecir a quienes
alimentaban los murmullos de oficina en las mañanas con su café en mano,
pero Alemania no estaba confiada ni
tampoco es un golpe de suerte, porque el mérito es de 11 hombres batidos en la
cancha como guerreros teotihuacanos, el mérito es del planteamiento de un
hombre resistido por muchos, el mérito es de todos los hinchas mexicanos que
con el canto ensordecedor de “Cielito lindo” ahogaban los gritos de gol de los
actuales campeones del mundo, el mérito es de todos los corazones mexicanos que
a más de 10 mil kilómetros de distancia estuvieron paralizados durante 90
minutos, y de todas las personas que como yo, se enamoraron de una tierra, una
cultura y un futbol creado por los mismos Dioses Mayas y que entre todos
podemos decir hoy ¡¡VIVA MEXICO CABRONES!!.
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