jueves, 28 de junio de 2018

NUESTRA SEGUNDA PIEL

Como todas las mañanas, mi padre se preparaba para ir a su trabajo, tomó su desayuno, alistó su maletín, y al paso de los minutos salía a su rutina que exige una serie de formalismos que bien pueden encajar en las normas del siglo XIX. Pero hoy era un día diferente. Al vestirse, antes de tomar su camisa y su corbata, puso el amor y la ilusión por encima de todo, porque el fútbol no sabe de formalismos. Y así, bajo su “Uniforme de trabajo” llevaba orgullosamente esa camiseta, esa piel, ese sentimiento que nos hiela la sangre y nos humedece los ojos cada vez que se escucha el “Oh gloria inmarcesible” en cualquier estadio del planeta.

Así iniciaba nuestra jornada. Una mancha amarilla se apoderaba de todo el país: trabajadores, estudiantes, comerciantes, empleados, desempleados, el niño o la abuela, amanecían con la fe intacta y la ansiedad en el cielo. Se escuchaban preguntas de toda clase: ¿Será que pasamos?, ¿Polonia nos podrá ayudar?, ¿En dónde juega Matheus Uribe?, unos más optimistas se preguntaban si era mejor Inglaterra o Bélgica, y otros un poco más incrédulos se lamentaban aún por la mano de la Roca Sánchez. 

http://www.footytube.com/news/senegal-0-1-colombia-world-cup-2018-as-it-happened-63468?ref=hp_trendian
 

Así llegó la hora del juego, pero la fe y la ansiedad se transformaron en un miedo latente, que con el paso del primer tiempo y el gran juego del equipo Senegalés, desconcertaba a los millones de colombianos que seguíamos el partido desde cualquier parte del país o del mundo. Final de los primeros 45 minutos, y el miedo se transformaba en impotencia ante la desesperante presión del equipo Africano, ante el posible derrumbe de la ilusión que gracias al VAR vistió de héroe al joven Davinson Sánchez y ante el pobre juego que se mostraba en el imponente Cosmos Arena; solo nos quedaba la confianza en las dos P: Pekerman o Polonia.

Inició el segundo tiempo con un poco más de juego, devolviendo la esperanza a un país paralizado. Pasaban así 59 minutos de juego y con los ojos en Samara pero el auricular en Volgogrado, Bednarek se convertía en un Colombiano más, transformando el optimismo en conformismo, que enmascaraba el miedo haciéndonos girar la cabeza ante un tiro libre, un tiro de esquina o cualquier acción Senegalés que marcara nuestra eliminación. Con las manos en la cabeza como signo de desesperación, se aplaudía cualquier balón recuperado, cualquier pase concretado por arriba del círculo central, esperando que la magia de Quintero, la eficacia y la potencia de Falcao, o la explosión de Cuadrado nos hicieran quitar ese nudo atragantado sostenido desde el pasado Domingo; pero hoy la gloria estaba para uno más, y los partidos los juegan 11 señores, y con un cabezazo magistral y contundente al piso, Yerry Mina nos hacía llorar de emoción y gritar con júbilo sagrado el hermoso sonido del Gol. Abrazos y sonrisas entre conocidos y desconocidos adornaban la pintoresca celebración del equipo Colombiano que durante 20 minutos se apoyaron en el arte más difícil y peligroso del fútbol “Defenderse sin balón”.

Transcurría el final del partido y los nuestros jugaban con 11 defensores, las barridas de Muriel y Falcao, los cierres de Mina, Davinson y Carlos Sánchez, las corridas épicas de Arias y Mojica, el enfriamiento de juego de Cuadrado, Uribe y Quintero, y las atajadas monumentales de David Ospina nos daban una clasificación sufrida pero merecida a un equipo con más “Aguante” que otra cosa. Y así es el fútbol señores, unas veces justo y otra veces injusto y por más lógico que sea, el fútbol se gana con goles, pero hoy la selección Colombia ganó algo más, el agradecimiento de todo un país y la admiración y respeto del mundo del futbol. ¡Dios bendiga los goles de cabeza!

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